Muchas veces actuamos sin pensar, sin atender a la emoción que puede generar; pensamos sin llegar a actuar o sentimos sin saber de dónde viene esa emoción. Estas son conductas, emociones y pensamientos que nos llevan a la frustración, ansiedad, desasosiego o hacia ideas negativas que se vuelven círculos viciosos en nuestras mentes, retroalimentadas negativamente por las emociones que evocan.
Son estos tres conceptos los que se tienen que tener claros y de los que hay que ser conscientes para tener una vida equilibrada, ajustada y justa para nosotros mismos y los demás.
Un PENSAMIENTO, una idea no es nada si no se lleva a cabo, si no se ACTÚA, y lo mismo es una conducta realizada, no es nada si no lleva consigo un pensamiento anterior, una construcción mental de las posibles consecuencias de ese acto o conducta.
Uno de estos conceptos, y que a menudo se olvida, o que simplemente se deja llegar, sin atender a él o sin proveerlo es el SENTIR; las emociones que evoca todo pensamiento o actuación. Una buena inteligencia emocional, pasa por el autoconocimiento de nuestras emociones, cómo los expresamos, interiorizamos y cómo actuamos ante ellos. Posteriormente, pasa por entender las emociones de los demás, cómo las expresan y cómo pueden actuar ante cada una de ellas, para, por último, poder ponernos en su situación y poder comprender lo que sienten en cada momento, esto es lo que se llama Empatía.
Por ejemplo; cuando le tenemos que dar una mala noticia a una persona, primeramente debemos PENSAR como se lo vamos a decir e indagar en lo que esa persona puede SENTIR tras la noticia, al igual que lo que nosotros mismos podemos llegar a SENTIR. También hay profundizar en las emociones, que el simple discurso, por sí solo, puede suscitar y provocar.
Estas son algunas pinceladas de la fuerza que pueden tener el PENSAR; SENTIR Y ACTUAR a la vez, para que hagan en vuestras mentes cierta incisión y os lleve a reflexionar sobre ello.